La afición en canarias
En este segundo número de Captiva analizamos la caza en las Afortunadas de la mano de Juan Miguel Sánchez Roig, presidente de la Asociación Canaria de Entidades de Caza (ACEC), ONG medioambiental, con siete sociedades de cazadores integradas en su seno y por encima de 1.600 cazadores de las diferentes islas practicantes de una caza recreativa y social. Con la lectura del artículo nos adentramos en la orografía, clima, especies, modalidades de caza, perros, gestión cinegética y, en las deficiencias administrativas, sin florituras, padecidas por los aproximadamente 20.000 cazadores canarios.
La orografía canaria viene marcada por los vulcanismos comenzados hará unos 40.000 millones de años. Las siete islas principales, La Palma, El Hierro, La Gomera, Tenerife, Gran Canaria, Fuerteventura y Lanzarote, se pueden considerar, exceptuando las dos últimas, como terrenos abruptos de fuertes pendientes, con profundos barrancos y grandes valles salpicados de calderas volcánicas inactivas. El Teide, en Tenerife, con 3.718 metros es el pico más alto de España y se encuadra dentro del Parque Nacional de su mismo nombre. Para que los lectores que no hayan visitado las islas se hagan una idea, en Gran Canaria se puede pasar del nivel del mar entre fuertes acantilados o grandes playas de arena blanca, negra o de cantos rodados, a los 2.000 metros de altura en un recorrido de sinuosa carretera de poco más de 30 km. Lo que, sin duda, da unas características muy singulares a un archipiélago lleno de encantos.
La primavera canaria
El clima dominante en Canarias es tropical seco y húmedo con innumerables microclimas que le dan a las islas la denominación de ‘continente en miniatura’. Los vientos alisios de componente norte-noroeste, junto a la corriente marina de Canarias, dulcifican las temperaturas medias. En invierno oscilan entre los 22º a 24º C y 26º a 28º C en verano, variando según la altura o vertiente de las diferentes islas. Las ínsulas occidentales, pertenecientes a la provincia de Tenerife, son más húmedas que las orientales, pertenecientes a las Palmas, donde el efecto del desierto del
Sáhara condiciona el régimen de lluvias. Además, las vertientes norte, por el efecto de los vientos dominantes, atesoran el llamado Mar de Nubes que le da un carácter frondoso a la vegetación, mientras el sotavento es de características semidesérticas.
Modalidades de caza tradicionales
Dos son las modalidades de caza tradicionales más practicadas en Canarias: el perro y el hurón para la caza del conejo, y el perro, el hurón y la escopeta para todas las especies menores. A estas dos modalidades mayoritarias se les suma la paloma en puesto fijo y el rececho en cuadrillas para las dos especies de mayor. La caza con perro y hurón es la modalidad tradicional por antonomasia.
Los cazadores en solitario, parejas o cuadrillas buscan a los conejos en pequeños áreas, auxiliados por los portentosos podencos canarios y los mustélidos hurones. Los cazaderos se distinguen según la vegetación y las condiciones del terreno, existiendo mezcla de ellos:
- Paredes: son terrenos en los que predominan las ‘cadenas’, es decir, paredes de piedra seca conformadoras de terrenos abancalados. Los cazadores se distribuyen de forma homogénea buscando la querencia de los conejos y guiando a los perros.
En la mayoría de ocasiones, los podencos apuntan al lagomorfo entre las piedras, para, después, introducir el hurón haciendo saltar a la presa de su escondrijo. Finalizando, por lo general, el lance de dos formas distintas: mediante la captura por las manos del cazador o con una carrera de los perros apresándolo al diente. -Retamal: en estos cazaderos los conejos están encamados, siendo levantados por los perros.
Una vez
encerrados en las moradas,
en estos lugares y debido al
sustrato terrestre, los conejos
escarban grandes madrigueras,
y se introduce
el hurón echando fuera del
escondrijo al conejo. Cuando
las condiciones de abundancia
de la especie lo permiten
y se autoriza la caza
con escopeta, son lugares
muy frecuentados por los
cazadores. Una variante de
este tipo de zona se da en las vertientes norte de las
islas, donde la vegetación
es más frondosa con zarzas,
helechos, vinagreras
y, de forma global, sotobosque
cerrado.
- Malpaís: según la conformación
de la orografía
de las distintas islas y donde
las coladas de lava formaron
grietas, se practica
en estos cazaderos la modalidad
de perro y hurón e,
incluso, escopeta, cuando
las circunstancias son favorables,
casi de igual forma
que en las paredes, aprovechando
el especial olfato de
los podencos, capaces de
detectar un conejo encerrado
en su morada sin la necesidad
previa de haber sido
levantado de su encame.
En estas circunstancias, el
perro no deja de llamar a su
dueño hasta que éste llega
para introducir al hurón.
-Sur: en las islas, las zonas sur se caracterizan por no ser prolíficas en árboles y arbustos, pero sí en montones de piedras (majanos) y macizos montañosos (riscos) donde el conejo encuentra refugio. Las tuneras, pitas y balos dan el recurso trófico al conejo para la supervivencia y reproducción en estas áreas, más abiertas áridas, calurosas y salpicadas de una vegetación característica como son cardones, tabaibas y veroles. Aquí se concentran un gran número de cazadores a la perdiz. La otra modalidad más arraigada es con perro y escopeta.
Se practica en la caza de aves, como la perdiz y codorniz, habiendo veces que se abaten también palomas y tórtolas en los grandes recorridos que se hacen tras las gallináceas. Digamos que sería como la denominada caza al salto con perro.
La raza de perro más usada es el pointer, seguido del braco alemán y en menor medida bretón, braco de weimar, húngaro, etc. La caza en ojeo está prohibida. A la paloma se la caza mayoritariamente en puesto fijo, al paso o en espera. Tengamos en cuenta que la paloma duerme y cría en acantilados y paredes rocosas donde tienen los palomares. De ahí, va a los comederos, que en unas épocas pueden ser pinares (pino canario), aprovechando los piñones; en otras, los restos de la zafra de la cosecha del tomate, la semilla de cerrillos, avena salvaje o labor de balo; pero, al final, siempre vuelven a los lugares que las vieron nacer. La caza en puesto fijo, a la espía, al conejo o perdiz aprovechándose del trabajo de los demás está muy mal considerada, al igual que cazar sin perro.
El rececho de caza mayor se organiza desde las administraciones insulares por cuadrillas. Una vez ha sido publicado en el boletín oficial correspondiente el periodo hábil, los cazadores se aglutinan por cuadrillas de, como máximo, veinte componentes presentando la documentación en el Cabildo adscrito. Entonces se fijan las fechas y horarios coordinando todas las acciones y controles pertinentes desde las administraciones. Hay que decir que estas jornadas de caza son de control: no se obtienen grandes trofeos y los cupos de capturas son mínimos.
Las densidades de las especies menores de caza se han visto afectadas, de forma más acuciante en estos últimos tiempos, por la fragmentación del territorio producido por carreteras y desarrollo urbanístico sin control, el abandono de la agricultura tradicional, la proliferación de predadores antropófilos, el entubamiento de los cursos de agua, la sobreexplotación de los acuíferos y las deficiencias en vigilancia, siendo uno de los principales problemas la falta de interés por adoptar la gestión cinegética como herramienta para la mejora de las poblaciones de fauna silvestre.
Texto: Juan Miguel Sánchez Roig (presidente de la ACEC)
Fotografía: Fidel Cañas, Daniel Ferreira, Eloy Coello, Á. Merino y ACEC.
Vídeos: Fidel Cañas.